jueves, 26 de agosto de 2010

Adulterio


“¡Es que yo soy bien cuaima!” “¡Si se resbala se joroba!” “¡Yo no la dejo sola ni a sol ni a sombra!”
Todas esas son expresiones estúpidas. Sin sentido. E inútiles. Lo peor, es que alimentan a quien las dice de una confianza de papel maché. Porque la realidad, es que no todo es como parece, ni es tan bueno o tan malo.
Vamos por el principio: NO somos siameses. Ni clones. Ni almas gemelas. El amor no tiene nada que ver con estar adosado como una sanguijuela a la piel del otro. Ni que tenemos que compartir hasta el gusto por la cerámica del baño. NO. Cuando las barajitas de “amor es” dicen COMPARTIR, no quieren decir dejar de ser tu mismo. Se trata de buscar puntos de congruencia que nos hagan felices manteniendo nuestra independencia.
Por ello, reducir el espacio personal es un error que muchos cometemos. ¡Hay que respetar el espacio ajeno! No te quiero menos porque no me gusta el sushi, o porque a ti no te guste el jazz… simplemente somos naturalmente diferentes. Period.
Privar. El gran error. Todo lo prohibido es tentador. Así de fácil. ¿Para qué entonces perdemos el tiempo prohibiendo amigos, salidas, actitudes…? Al final, el que quiere besar busca la boca. Y la consigue SIEMPRE.
No quiero decir que todos somos infieles, o que no debemos cuidar a nuestras parejas… pero restringir no es el camino. Restringir simplemente frustra y marchita la relación.
Convivir es difícil pero no es imposible. A veces, las personas buscamos fuera de casa lo que no tenemos: Paz! Tranquilidad! Libertad! Porque ser libre no es tener derecho a pagar el mercado, o a calarme a los in-laws en absolutamente todos los feriados… La libertad está íntimamente ligada a nuestra capacidad de decidir voluntariamente…
Seamos razonables… pongámonos la mano en el corazón y respondámonos esta pregunta: ¿realmente yo le doy a mi pareja el espacio que merece, y respeto su individualidad?
Buenas noches

y tu eres el número:

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