martes, 1 de noviembre de 2011

Los zapatos del otro


Anoche me tocó dormir con Cucú. La verdad, no es nada trágico, más allá de llevarlo al baño un par de veces.  Pero anoche cuando volvíamos del baño, encontré un mensaje que me erizó el cuerpo: el mejor amigo de Cucú había sufrido un derrame cerebral. Para el momento que su hijo me escribió, iban a desconectarlo y no le pudieron drenar la cabeza.
Fue una mezcla de imágenes y sentimientos: por una parte, ese lado de mi familia me criticó mucho por lo que hice por proteger a mi Muñeca, y ahora es como si Dios cobrara sin palo y sin mano. Pero por otro, es un dolor muy confuso, porque por un lado ese señor es una referencia familiar segura, una muy buena persona, y por otro es el recuerdo de lo vivido y el terror de lo que me falta por vivir. A pesar de todo, no estoy preparada para ver partir a Cucú o a la Muñe. Nunca se está, pero hoy lo recordé.
Finalmente, Papo se murió a la 1 de la tarde… Al parecer San Pedro lo recibió en un templete, porque cayó  la mamá de los palos de agua… Al parecer ya va a pasar a diario el Carupanero por el cielo.
Mi reacción: abrir la última botella de champagne que me quedaba de mi fallido matrimonio y brindar con mis lovebirds: porque Dios me los dejó, porque los tengo conmigo y porque me los deje mucho tiempo más.
Salud Papo! Dios disfrutará de tu compañía como lo hicimos nosotros.

P.D.: aun no dejes que se lleven a Cucú!

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