martes, 29 de octubre de 2013

Life goes on

La semana pasada me lleve a la muñe de vacaciones. Cumplió 82 años. Y la gente me preguntaba: "y tu papá? No se lo llevan?"
La gente ama opinar sobre lo que desconoce.
Todas las personas que viven con enfermos mentales necesitan descanso. Ya sea un día, un fin de semana o un mes, todos deben descansar. Es profundamente agotador; física, mental y emocionalmente. 
Mi mamá, después de pasar su vida literalmente como una reina, debió enfrentarse a sus 79 años a una dura e intempestiva reestructuración de su vida. Después de compartir más de 50 años con un compañero maravilloso, quién llenaba literalmente todas sus necesidades, se encontró prácticamente desvalida, con un esposo casi desconocido que muchas veces olvida su nexo con ella, y debiendo hacerse cargo de muchas cosas que ella no esperaba tuviese que encargarse en el ocaso de su vida.
Es muy difícil, por no decir imposible, dormir 3 noches completas en la casa de mis padres. Las noches suelen ser largas y agotadoras. Eso sin contar sus propios males, combinación de la edad, la vida loca y la circunstancia.
Podría ser entonces un regalo para ella, llevarla de viaje con mi papá? Hubiese tenido que cuidarlo, vigilarlo, sin contar la cantidad de veces que hubiese debido levantarse porque así es la nueva rutina.
Obviamente, eso ni es descanso ni es regalo. Y muy a pesar de lo que diga la gente (cosa que suele valerme medio) las personas tenemos que aceptar la vida como los jugos; como vengan. Ya tuvimos nuestra cuota de angustia y dolor extremo, es hora de asumir la vida como ahora es; y entender que hay cosas en las que se puede complacer y cosas en las que no. 


La vida sencillamente continua, sin importar si lo aceptamos o no.


Retrospectiva

Es inevitable para mi, pensar en la primera vez que estuve en un crucero... Llena de dolor y de incertidumbre, pensando en que me depararía el futuro una vez que había comprobado por mis propios ojos que el hombre con el que presuntamente me casaría estaba casado y tenía dos hijos, fruto de aquella relación.
Ese viaje fue crudo. Y cruel. Nunca antes me había sentido tan desolada en un barco plagado de caras felices, celebrando el fin de año en alta mar.
Han pasado casi cuatro años de ese viaje. Muchas cosas, muchas caras, muchos hechos.
Hoy estoy en una paz total. Pese a sólo estar con mi madre, esto del camarote con balcón es maravilloso. Además, con una vida reconstruida a punta de sacrificio y de decisiones complicadas! Pero reconstruida. Con un hombre maravilloso que a su manera llena mi mundo, con un montón de hermosos proyectos en marcha y con un profundo agradecimiento a Dios y a la vida por no permitir que me ahogara en ese mar de tragedias que fueron el final del año 2009 y el año 2010.
Lo mejor está por venir... Y yo estoy lista para recibirlo.
Dedicado a Mía y Noah.

jueves, 17 de octubre de 2013

Necesidad de rebelión

El domingo pasado fue un día bastante atípico en mi rutina, dado que gracias a la inseguridad prácticamente no salgo. Sin embargo, ese día tenía dos eventos familiares: un baby shower y una parrilla. Ambas de primas.
Primero fuimos al baby shower. Siempre es divertido reunir a un mujerero que se conoce al menos a la mitad de los invitados y ponerlas a jugar boberias. Sin novedad.
Al salir de allí, fuimos al otro evento. El edificio donde vive mi prima está ubicado en una calle sumamente angosta; tanto que no pasan dos carros por la misma si hay carros estacionados de un lado.
A la hora de irnos, llegó el colpaso. Un taxista frente a nosotros, conminándome a que me montara en la acera, cuando ya mi prima me había advertido que el que sale (o sea yo) tenía prioridad y el debía retroceder.
Cuando finalmente nos pusimos de acuerdo (tuve que montarme en la acera) quedamos en una distancia en la cual podíamos hablar. En lo que el señor comenzó su alegato abusador le dije "por eso es que usted es taxista y yo no"; a lo que el señor respondió: "y usted es una pobre señora".
Mi mamá entró en pánico: "cómo se te ocurre ponerte a discutir, a ver si te persigue y te mata"
Ese es en realidad nuestro gran problema.
Dejamos que la ignorancia, el abuso y la marginalidad; transformaran a Caracas en la ciudad caótica, donde siempre es mejor bajar la cabeza ante el abuso que defender los derechos de pie.
Es cierto, siempre corres el riesgo que algún resentido pueda matarte, pero creo que no podemos seguir a merced del terror... porque en la medida que el terror nos paraliza, esta anarquía gana cada vez más terreno.
No niego que pudo ser una exposición innecesaria... pero yo ya estoy cansada de asumir con resignación que este país es de los marginales.

y tu eres el número:

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