La cocina y yo no somos particularmente amigas. Todo lo contrario. Bien se podría decir que sentimos un natural desprecio la una por la otra.
Ella, se sabe dueña de mil y un secretos que yo no me intereso en descubrir. Yo, absolutamente negada a producir una cucharada de cualquier cosa.
Pero henos aqui: obligadamente compartiendo y aceptándonos, reconociendo el lugar de la otra y trabajando juntas. Asi es la vida.
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