viernes, 30 de octubre de 2009

Despedida no tan laboral


Al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
Usted es un gran hombre... Y un gran jefe. Tiene sentido común, y lo utiliza de la manera más salomónica posible. Pero trata de tapar con el meñique lo que no se puede tapar ni con la cúpula del Poliedro: esta empresa sin usted está acéfala.
No espero que se solidarice con mi punto, porque existe un nexo de sangre que yo desconozco que es el fraternal, pero en la formación que me ha dado mi padre me ha enseñado que la sangre no justifica ciertas cosas. En este caso, me permito quejarme como voz de un colectivo harto, cansado y temeroso de las decisiones viscerales de su hermano Benjamin. Peor aun , del maltrato innecesario que reciben (y digo reciben porque he corrido con la suerte de no sufrirlo... Quizas porque en el fondo el sabe que yo no me dejaría maltratar) los empleados de esta compañía, quienes día a día ponen su grado de arena para hacerla lo que es.
N memos y quejas que no causan mas que malestar, disparos sin averiguaciones, cobros injustos por errores humanos. Acaso su hermano no se equivoca? O es que ser el dueño me permite equivocarme sin que nadie señale el error? Usted muchas veces me ha hablado de su afán de hacer de este negocio una empresa y no una pulpería, pero se enseña con el ejemplo, y si el primer bodeguero de acción es el jefe difícilmente obtendrá cambios de conducta de sus empleados.
Nosotros lo amamos a usted. Todos. Ninguno tiene mayores quejas de las normales que cualquier empleado puede tener en un momento dado, pero en general lo respetamos y nos agrada trabajar para usted y su compañía. Pero su hermano Benjamín cada día destruye con los pies lo que usted construye con las manos.
La queja es generalizada: desde empleados, vendedores, clientes... De verdad es bastante cuesta arriba lidiar con un jefe que jamás supo lo que es ser empleado. “Mi jefe la tiene agarrada conmigo” “mi jefe me hace la vida imposible” Usted lo ha oído mil veces, quizás hasta de su hijo... Quizás usted mismo lo vivió en sus pininos laborales. Pero, ¿cómo gerencia eficientemente una persona que nunca tuvo un jefe? Que jamás se comió las verdes con un jefe desconsiderado y sin empatía? Casi es imposible que haga bien su trabajo.
No quiero por ningún motivo que esta carta se transforme en un motivo de distanciamiento más que la necesaria distancia física que ahora existe entre nosotros. Pero consideré necesario expresarle las cosas que uno puede ver cuando está en la barrera y no dentro del ruedo de los toros.

Para usted, mi respeto, mi admiración y mi agradecimiento por permitirme formar parte de su empresa durante este tiempo.
Suerte para los años venideros

Treme.

Post Data: qué nutrido dejó a mi cerebro, preparando el libro "pulpería for dummies"

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