viernes, 2 de julio de 2010

Me cae mal Messi!


Ese Cristiano es un engreído! Kaká es tan pana… y Forlan, qué humilde es!
Esos son sólo algunos de los comentarios que escuchamos en época de mundial. A mi, particularmente me causan mucha gracia, porque a decir verdad a ninguno de los cuatro sujetos los conozco en persona. De casualidad los he visto por la televisión o en fotos, pero nunca me he tomado una cerveza, ni hemos ido juntos a la Colonia Tovar, ni recuerdo haber compartido ningún cumpleaños.
Los seres humanos amamos los juicios temerarios. Nos encanta opinar y criticar sobre la vida y las conductas ajenas, como si fuesen propias. En algunos casos, como con las personas famosas, lo que digamos o dejemos de decir, es sólo bulla. No le hace daño a nadie. Especialmente porque no puede dañarte el comentario de un perfecto desconocido.
Cuando sí hace mucho daño, es cuando la persona de la cual emitimos juicio no es famosa, ni sabemos de ella a través de la prensa del corazón, sino que se trata de algún allegado nuestro con el cual compartimos en la cotidianidad. No hacemos el mínimo esfuerzo por hacer empatía con el prójimo, y temerariamente emitimos juicios sobre sus acciones y decisiones. “Fulano está loco si hace eso” “Menganita está equivocadísima al meterse en ese berenjenal” Y acaso nosotros conocemos a cabalidad lo que pasa en la vida y el entorno de Fulano y Menganita para juzgarlos por lo que decidieron? Cómo lo haríamos nosotros? Mejor? Distinto?
Deberíamos aprender que algunas veces, la mejor palabra es la que no se dice. Calladitos nos vemos más bonitos.

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