domingo, 25 de julio de 2010

Ojos que no quieren mirar


Santiago es bello: esos ojazos azules, con ese look impoluto donde no se mueve un cabello rubio, esos dientes como perlas que casi encandilan al sonreir… Esa voz de Clark Gable… Es bello.
Arturo por su parte, es bello a su manera: un muchacho de muy finos modales, con una cara angelical y unos hoyitos hermosos que se forman cuando te regala una sonrisa… un prospecto que ninguna muchacha casadera ignoraría a verlo pasar.
Santiago es el “mejor amigo” de Arturo. Ellos crecieron juntos, estudiaron juntos, trabajaron juntos, renunciaron juntos, montaron una empresa juntos. Hasta ahí, todo es bastante normal. La situación comienza a cambiar de color, cuando toda actividad emprendida por cualquiera de los muchachos, es automáticamente seguida por el faltante. Si Arturo busca agua, busca para los dos. Si Santiago compra café, compra para los dos. Los hombres suelen hacer amistades duraderas y cercanas, pero jamás se llevan uno al otro como llaveros.
Cuando Santiago se enferma, Arturo le cuida. Al punto, de llevarlo a su casa a comer y dejar él de hacerlo… cuando Santiago vive en las afueras de la ciudad.
A la vista de quienes los rodeamos, es muy claro que la amistad entre Arturo y Santiago ha trascendido. Cosa que en lo absoluto es objetable: cada quién elige como vivir su vida; y mientras no le hagan daño a nadie, bienvenida sea la amplitud de mente.
El asunto es, que la familia de Arturo es notoriamente homofóbica. En su familia “no se ve de eso”, y la homosexualidad es vista con burla y desprecio. Todo lo antes descrito, pasa ante los ojos indiferentes de primos, tíos, e incluso padres. Pero, curiosamente para ninguno es extraña la actitud de Arturo y Santiago: “es que son amigos desde chiquitos”. Amigo el ratón del queso, y sin embargo se lo come, decía mi abuelita.
En la vida, tolerar es importante, pero aceptar es vital. Aceptarnos como somos, con nuestros gustos y preferencias, sin cambiarles de nombre o connotación. Las cosas son lo que son, aunque queramos disimularlas o ver hacia otro lado para fingir que no pasan.

1 comentario:

Juanjo Montoliu dijo...

Antes de condenar algo, deberíamos de pensar que nuestra condena podría recaer sobre nuestros seres más cercanos.

Gracias por tu visita.

y tu eres el número:

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