El tiempo continuó inexorablemente su camino… y Rosario evaluó su situación. Finalmente, lo comprendió todo: más allá del amor que pudiera haber existido entre ella y José María, jamás podrían estar juntos. Rosario entendió que algunas cosas, aun perdonándose no pueden olvidarse, y que las mismas son como un salitre que corroe las buenas intenciones.
Rosario lloró por última vez, mientras redactaba el adiós definitivo para José María; a partir de ese momento ambos serian libres. Libres para olvidar, libres para seguir adelante, y libres para construir cosas nuevas, con personas nuevas y en escenarios nuevos.
No sentía rencor. Lo había amado mucho. Pero sabía que lo que se había roto no podía repararse. Cerró el sobre y se dirigió al correo. No había vuelta atrás. Depositó el sobre en el correo saliente y abandonó la oficina, con la esperanza de haber aprendido la lección.
Sólo Dios sabe si José María también aprendió la lección…
Rosario lloró por última vez, mientras redactaba el adiós definitivo para José María; a partir de ese momento ambos serian libres. Libres para olvidar, libres para seguir adelante, y libres para construir cosas nuevas, con personas nuevas y en escenarios nuevos.
No sentía rencor. Lo había amado mucho. Pero sabía que lo que se había roto no podía repararse. Cerró el sobre y se dirigió al correo. No había vuelta atrás. Depositó el sobre en el correo saliente y abandonó la oficina, con la esperanza de haber aprendido la lección.
Sólo Dios sabe si José María también aprendió la lección…
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