jueves, 9 de septiembre de 2010

Carta a ella


Continuando mi semana de quejas, reclamos y afines, hoy le escribiré a ella. Esa que durante años estuvo oculta, y vino a ser de nuestro conocimiento JUSTAMENTE cuando el cuarto se llenó de agua.
No es una misiva amistosa… tampoco es exactamente bélica. Es algo como una exposición de motivos.
Durante años viví sin saber de tu existencia… y la verdad, aun sabiéndola no me quitas el sueño. ¿Por qué? Simple: porque en la vida hay cosas que se escapan de nuestro conocimiento y yo no vine al mundo a juzgar los actos ajenos. Primero porque no me gusta ser juzgada, y segundo porque al final del día cada quién tiene sus razones.
Te preguntarás entonces que me lleva a escribirte. Pues es un “advice”. Sólo eso. Yo presumo, que si durante más de veinte años tuviste tus martes de desahogo, desfogue, o beca, lo que haya sido; debes echarlos ahora de menos. Es lógico. Lo que no es lógico es que si estuviste en la cama de rosas y ahora llegó la de espinas, seas incapaz de preocuparte por la persona que sació tus necesidades, sean de la naturaleza que hayan sido.
No me interesa lo que en pleno uso de sus facultades te haya dado… quizás te lo merecías. Pero no esperes más. Si nos vamos a lo de ley, sabes que transgrediste la ley de oro de la solidaridad femenina. Así que no te tengo aprecio. Más aún, cuando sabiendo lo que pasa tampoco te interesa el proceso de recuperación. Para cuidarlo no estás. Ni para atenderlo, ni para volar a la clínica si la flema se pone espesa… Entonces, espero que sea perfectamente tácito que si la situación se transforma en pésima, no quiero verte ni en las fotos. Ni en el aviso del periódico. Ni en nada. Si estuviste para lo bueno y por tanto tiempo, deberías haber intentado estar para lo malo. Pero no… fue más fácil desaparecer. Y yo lo respeto. Pero espero que entiendas que no tienes ningún tipo de derechos. Si los hubieras tenido, los perdiste al comportarte como una simple arribista.
No me extenderé más. Ya dije lo que pensaba con respecto a ti. Y yo soy suficientemente joven para imponer mi voluntad. CREEME. Así que espero que aprecies bien tus buenos recuerdos, porque se acabó el pan de piquito.
Buenas noches.

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