domingo, 23 de enero de 2011

El comienzo de la indolencia

El viernes me enviaron un mensaje al celular: "hola, Fulanita de tal tiene dengue hemorrágico, está en la habitación 555 del hospital central. Se requieren donantes de cualquier tipo, gracias". Yo conozco a fulanita desde hace 15 años a pesar de no ser las mejores amigas del mundo. Tenía el día lleno de cosas por hacer, y de verdad pensé en dar vuelta en u para ir al hospital central, cuando mi Pepe Grillo interno me dijo: "y para donde vas tú, si cuando a tu mamá o a tu papá le han pasado sus accidentes Fulanita de vaina te ha mandado un tweet?" Y decidí no ir.
No digo que haya hecho lo correcto. Muy probablemente debí haber ido a pesar de mi experiencia con ella al respecto; pero tengo más de profana que de divina y la verdad no soy una hermanita de la caridad. No puedo estar todo el tiempo matándome por ayudar a los demás cuando la mayor parte del tiempo resuelvo sola, o con el mismo círculo discreto de personas.
Entendí, que aunque sea un acto mezquino, de esa forma comienza la indolencia: si no me ayudas, no te ayudo. No me das la mano, no te la daré cuando la necesites... y se crea el círculo. Poco a poco serán varios, y despúés muchos que habrán dejado de ayudar por transitividad.
Así, nos vamos volviendo hostiles, indiferentes ante los problemas ajenos. Y con el pasar de los años nos convertimos en una sociedad sin valores, sin principios y sin sensibilidad social.
Muy probablemente repito, me equivoqué. Pero al menos le veo el descosido a la cosa...

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