domingo, 26 de enero de 2014

Papita, maní, tostón

Esta es la primera vez en años que lloro de la risa en una película, más aún siendo venezolana.
Usualmente las películas venezolanas giran en torno a nuestras miserias; el barrio, el hampa, la inseguridad, la droga, la prostitución… en cambio, esta película esta basada en una de las pasiones más arraigadas que tiene el venezolano: el béisbol.
Es un híbrido de la película “Fever Pitch”, y la novela Romeo y Julieta: un amor entre caraquistas y magallaneros.
Uno de los encantos principales de la película es retratar al venezolano que siempre hemos sido: al venezolano amiguero, jodedor, que se ayuda en las buenas y en las malas, que las penas las mata con un roncito y que cuando juega dominó no lo para de la silla ni un terremoto.
El parecido del protagonista con el actor Ricardo Álamo es notorio; tanto físicamente como en los gestos. Bien si es innato o es aprendido, esa característica puede abrirle muchas puertas en el mundo de la televisión, considerando además su juventud.
A la protagonista la hemos oído ya en el monstruo de la mañana, y la hemos visto en la telenovela “De todas maneras Rosa”. Creo que es un talento en franco crecimiento.
El choro metiche, el perrero sentimental, el hermano manganzón, el abuelo fanático… yo creo que todos son personajes reales. En cada familia venezolana hemos visto a alguien así, bien en el núcleo o cuando salimos a la calle. El venezolano es eso, es el tipo que siempre está viendo que inventa para rebuscarse o en su defecto, se adapta a la situación que le toque… batea lo que le lancen.
Sin embargo, hay una escena pre desenlace que me hizo pensar en nuestra más reciente rivalidad venezolana: el chavismo versus la oposición. Es ante un evento de gran magnitud, que ambos bandos dejan de lado sus diferencias en el campo y hacen las paces. Es eso lo que queremos los venezolanos? Un evento de tal magnitud, que sea lo única forma de hacernos olvidar que más allá de ser chavistas u opositores somos VENEZOLANOS?
Han pasado demasiados años desde que el César y Napoleón usaran como estrategia política “Divide et impera”. Ya basta.
Venezolanos somos todos. Magallaneros, caraquistas, guairistas, chavistas y opositores. Cuando hacemos cola en el supermercado, nadie nos pregunta a cual bando pertenecemos para asignarnos la cantidad de productos que podemos comprar. Tampoco nos hacen esa pregunta cuando nos roban o cuando nos secuestran.
Ya es hora que dejemos atrás la división, y que volvamos a ser no sólo el pueblo unido que siempre fuimos, sino el bravo pueblo que necesitamos para salir del hoyo en el que nos encontramos.
Siempre después del momento más oscuro, llega el amanecer.

Es hora de despertar venezolanos, pero como uno solo.

Chapeau para Papita, Maní, Tostón.

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