sábado, 22 de agosto de 2009

Apología* del Aceite



Muchos expertos escriben con frecuencia sobre el daño que le ocasiona al organismo el consumo de alimentos fritos en aceite, la fragilidad de los mismos deriva en el grado de saturación, cómo actúan en el organismo al haber sido alterados por el calor, y muchas otras verdades sobre el aceite. Básicamente, el aceite a altas temperaturas usado para la cocción de los alimentos es un enemigo al que hay que aniquilar como en una guerra; sin piedad, efectivamente.
Sin embargo, hoy voy a defender al aceite a sus sopoticientos grados. Si bien es cierto que todo es cierto, que el exceso de frituras hace daño, que se adosa a las paredes de las arterias y todo lo demás, también es cierto que el aceite es como la maestra de primer grado en la cocina. Cuando alguien no sabe hacer nada, empieza por los fritos. Cuando no quiere cocinar, resuelve friendo algo. “Fulano no sabe ni freír un huevo” es una expresión que revela el grado de ignorancia culinaria de un alguien, puesto que “freír un huevo” es lo más fácil del mundo.
Así pues, cuando una persona descubre que su entorno tiene otras cosas que hacer que no incluyen cocinarle, descubre al maestro inicial, el aceite. Casi cualquier cosa puede ser digerida después de haber sido pasada algunos minutos por aceite caliente, y de esa forma saciará su necesidad primaria de alimentarse. Un día de apuros se resuelve rápidamente con una proteína frita y cualquier acompañante, el invitado estrella a cualquier ágape en este país es el tequeño; masa rellena de queso que se fríe…
Admitámoslo: todo en exceso hace daño, incluso nuestro buen amigo el aceite. Pero bien administrado el aceite es el salvador de muchos estómagos desesperados pertenecientes a cuerpos con habilidades escasas en la cocina.
Gracias aceite por no dejarme morir de hambre!

*apología.
(Del lat. apologĭa, y este del gr. ἀπολογία).
1. f. Discurso de palabra o por escrito, en defensa o alabanza de alguien o algo.

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