jueves, 24 de marzo de 2011

Tras de gorda, hinchada!


Esa expresión me la enseñó Barbie, una señora muy pintoresca que cuidó a papá por casi dos meses. La pobre salió salpicada tras el diagnóstico inicial, pero en realidad es mucho lo que le agradezco hoy día.
Después de la agonía, no sé que viene. O quizás nos estamos narcotizando todos con el sufrimiento. El caso es, que tras otro montón de días hospitalizado papá fue dado de alta… pero esta vez no volvió a casa. Su condición física y mental no permite que papá siga viviendo con nosotros. Es duro, pero es la elección más sana para todas las partes. Nuestro agotamiento físico y mental es notable.
Decidimos pues, llevarlo a un hogar de abuelitos. Un sitio donde haya calidad de vida y calidez humana. Después de pagar a brinco rabioso la facturita, tuve que esperar una hora para que me consiguieran una silla de ruedas. Increíble. De paso, le habían dejado una vía, así que también hubo que esperar que se la retiraran. Y estaba de alta desde la mañana.
Cuando finalmente nos montamos en el carro, la cola de la cota era para sentarse a llorar. Pero era full temprano. Sorpresa! Dos carros accidentados, a dos tiempos diferentes. Qué desconsideración! Jajaja
Llegamos al lugar. Mi papá, la Muñe, la señora de servicio y yo. Como era muy tarde, mi comadre que es un sol fue al automercado de la salud a alquilar y comprar lo que hacia falta. Otra sorpresa más: aunque alquila un particular, es necesario llevar una carta de la residencia que certifique la devolución de los equipos tras terminar su uso.
Llegaron pues mi comadre y mi sol de ahijado. Ya parecía nuestra casa. Nos dieron almuerzo y cena, hasta al bebé. Admito que tuve miedo que nos sacaran unos catres… Pero la verdad la persona que dirige ese hogar es increíblemente humana.
Cuando ya mi Puñi le había halado las orejas a la perrita mascota de la señora, y la Muñe estaba satisfecha tirando a cansada… LA sorpresa de la noche: el carro se quedó sin batería! Como decía mi suegra sentimental: “como los cojones del perro”. So, 8 de la noche, en la ciudad de la furia (saludos Manuela Zárate), con una anciana, un bebé y una doñita analfabeta, en el medio de una avenida principal! Y mi pobre carro pues jamás se porta mal, sabrá Dios que chiripiorca le dio. El caso es, que tuvo que llegar el papá de Puñi a rescatarnos (gracias, compadre). Apenas le pegó los cables de su carro al mio, prendió como si nada.
Entre el bebé, el incidente del carro y la comedera, al menos el trago amargo pasó como suavecito… Vamos a ver qué nos depara el camino. “Cosas veredes Sancho, que non crederes”.

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