martes, 18 de agosto de 2009

Cronologia del miedo


Cuando Ana tenía 15 años se devolvía sola del colegio a su casa, un pedazo en camionetica y otro a pie. Cuando tenía cita en el ortodoncista se iba con su amiguita en metro, y se regresaban de la misma forma.
Cuando Ana tenía 17 años entró en la universidad… y como era menor de edad no tenía carro. Asi que su mamá la llevaba, pero de regreso ella se sentaba en el “pidecola” hasta que alguien la dejara cerca de su casa.
Cuando Ana tenía 20 años se quedó accidentada a las 10 de la noche en la autopista. Su mayor frustración fue tener que resolver sola… Un carro se detuvo y la ayudó a llegar a su casa, lo agradeció enormemente.
Cuando Ana tenía 23 años se graduó. Su papá le regaló un carro del año y lo usó bastante… salió de viaje, de farra, a trabajar… Lo estacionaba casi en cualquier parte.
Cuando Ana tenía 27 años le dio por vivir la vida loca: salía de farra sola, se rascaba con sus amigos… más de una vez se durmió en los muebles de alguna discoteca. Incluso se quedó dormida en una acera de un estacionamiento ebria…
Cuando Ana tenía 30 años ya salía menos... se rascaba menos… no pedía cola…
Hoy Ana tiene 32 años. No va a discotecas porque le teme a la burundanga. Casi ni con sus amigas sale por temor a que la roben en la cola… Jamás se estaciona en la calle… Le teme al metro… le teme a los secuestros… Le teme bastante a la gente desconocida… ni loca aceptaría una cola ahora. Y Ana ha vivido los 17 años aquí relatados en el mismo país.

1 comentario:

daniel dijo...

Son los pequeños miedos los que disimuladamente nos roban nuestras vidas. Los grandes conceptos- muerte, pérdida, significado de la existencia… esas cosas tan grandes las podemos ignorar durante la mayor parte de nuestros días. Filósofos y teólogos pueden andarse con sutilezas e inquietarse sobre los detalles de estos, pero la mayoría de nosotros no tenemos el tiempo, las ganas, o simplemente somos afortunados de no tener demasiada curiosidad. Y muchos miedos son racionales, claro está, y pueden ser aliados de nuestras vidas; el miedo que incrementa nuestra alerta al pasar por una parte oscura de la ciudad, por ejemplo, o el miedo a caer que rápidamente experimentamos al ponernos de pie demasiado cerca de un acantilado en un día ventoso.

Sin embargo, el miedo es una bestia lista. Detrás de la fachada racional del miedo es donde el auténtico peligro se encuentra, envenenado como la cola del escorpión y listo para picar.

¿Que parte de nuestro día es sustraída por estos pequeños miedos? Es más de lo que puedes pensar en un principio. Son del tipo de las que apenas notamos y raramente ignoramos. Están los miedos que hacen el día más cómodo: El miedo a destacarse que nos hace conformarnos casi todos los días; el miedo que se rían que nos mantiene en silencio cuando querríamos soltar una carcajada; el miedo al rechazo que nos hace evitar muchas conexiones potenciales, etc. Estos miedos a los que estamos acostumbrados, nos permite pasar el día de una forma tranquila y con los menores conflictos posibles. Son los miedos que nos hacen llegar a trabajar a la hora, que nos retiene a la hora de cuestionar las opiniones o los métodos de los superiores. Son los miedos que nos llevan hacia lo que es llamado como metas respetables y que nos han dicho que merece la pena conseguir.

El miedo asegura estar siempre a la defensiva, siempre respondiendo en el presente a nuestras peores imaginaciones de que traerá el futuro si no lo hacemos. El miedo a las consecuencias limita las acciones que tomamos. El miedo se convierte pues en el actor de nuestras vidas, mientras que poco a poco nos unimos a la audiencia, convirtiéndonos en meros espectadores de la rutina de cada preciado día. Por ello pasamos tanto tiempo complaciendo a nuestro miedo mientras que la vida pasa. Que el miedo no te paralice, algun dia nos vamos a morir de todos modos.

y tu eres el número:

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